Poolya mzo chop mbal; tib xa yenda con ngaa noo per wen xa, ta tib ngaa noo wan tmi, per xa fier raa.
Xa coo yenda con ngaa no, nli xgab, con doxa: –¿Tec yenda connack? –
Hace mucho tiempo había dos compadres; uno era muy pobre y muy buena gente, el otro tenía mucho dinero, pero era muy malo y envidioso.
El hombre pobre, como no tenía nada, pensaba y pensaba: – ¿Qué puedo vender? – porque realmente era pobre.
See mbal con ngaa noo was con mbes:
– Tel yenda con do´o, see tixcua bool venn ndiaa vaa see nsi was xa, see doolaa len yees vaa see gab. Loo xa lel ndo wan con yenda lox. –
See mbal prob yaa bli caa. ¡Per narid ndiai!
El compadre rico le decía:
– Como no tienes qué vender, ahora recoge el lodo que es muy apestoso, haz bolitas y cuando ya tengas muchas, vas y las vendes allá en la ciudad. Y les dices a los compradores que llevas la planta sin raíz.
El compadre pobre hizo caso y juntó mucho lodo. Hizo muchas bolitas y las acomodó. ¡Su cargamento sí que apestaba!
Mbee xa cona´a nda do´o xa len yess roo.
– ¡Ka guu wan con yenda lox! ¡Ka guu wan con yenda lox! – mbee see xa.
El compadre pobre cargó su mercancía y se fue a vender a la gran ciudad.
– ¡Compren la planta sin raíz! ¡Compren la planta sin raíz! – así gritaba.
Naseb ndiai, sea tib policy mnu dis con ndoo xa.
– Naa ndoo con wa yenda lox – nkab mbal prob.
– Yenda con nacka, per narid ndiai, goo ta vii. Xen tsí pes ree se viaa. –
Mbal ngoo dooka loo mzin ta. Tib policy mnu dis.
– ¿Con ndool? ¡Iseb ndiai! –
– Wan con yenda lox. –
– Tan tsí pes see blovii, teck ndiai. –
Su mercancía apestaba mucho, por lo que un policía se acercó para preguntarle qué era lo que vendía.
– Yo vendo la planta sin raíz – contestó el compadre pobre.
– Está muy bien, pero apesta mucho, así que ve y tíralo. Ten 10 pesos, pero vete.
El compadre no hizo caso y siguió vendiendo. Ya un poco tarde llegó otro policía a preguntarle.
– ¿Qué vendes? ¡Eso apesta mucho!
– Es la planta sin raíz.
– Apesta mucho, ve a tirarlo lejos y te pago 10 pesos.
See ngoo lo vii xa teck naa dio ta. See nli xa xgab.
– Nga non gal pes, ¿con tin kaa xa goot? –
Nli xa xgab xa goot, nkelass xa xa goot.
Nzi was taa ndis ngud, xabmen con wamen, maa. See mzin mbal taa ndio cho´o.
Como no vendió nada, el compadre fue a tirar su mercancía al río. Se quedó pensativo.
– Ahora tengo 20 pesos, ¿qué le podré comprar a mi esposa?
Él siempre pensaba en su esposa, porque la quería mucho.
Había muchos puestos: vendedores de fruta, vendedores de ropa, vendedores de comida, vendedores de animales… y así muchos. Hasta que llegó a un lugar donde vendían máscaras.
See nkuan xa lib con par sieb men, ndub canchaa. See mbli xa xgab:
– Cho´o re wen yan loo xa goot. See naa gudaa xa sen see nso xa len nio´ see nke xa yedne. –
Mbxi xa cho´o yaa ndiaa xa loo lis xa. Nol ned no see ncoug loo yuu. Nse te laa was tigr. See mtol xa ¡kii coo ro´o!
Buscó una máscara que diera mucho miedo, con unos cuernos grandes. Y pensó:
– Esta máscara es la mejor para mi esposa. Así ella no se llenará de humo cuando esté cocinando o cuando esté haciendo tortillas.
Compró la máscara y se fue a casa. El camino era largo y se hizo de noche. Dicen que por ahí había muchos tigres. Para protegerse hizo una fogata, ¡una fogata grande!
Yel yaa mzin tzi xa con way ne´e conn. See mnab xa taa kued xa see rio xcuen xa roo kii.
Mxen ncal xa rie xa, lee mbal prob, naa ngataa tee nsieb xa tigr. See mblo xa choo loo xa tee sool tsen ngud loo xa.
Ya más noche, llegaron como 10 personas con sus caballos cargados de costales. Se acercaron y pidieron permiso para quedarse a descansar cerca de la gran fogata.
Todos se quedaron dormidos, menos el pobre compadre, porque tenía miedo a los tigres y se despertaba a cada rato. Finalmente, se levantó. Se sentó y, como le entraba humo por los ojos, se puso la máscara.
See ngoo che´e tib xa con mzin ngaa se mne xa loo diabl ndub roodl. See ngoo che xa mbre see xa:
– ¡Taa ndoo diabl, taa ndoo diabl! – mbe sea xa.
Ngoo chee rie xa mxon xa. See mbal prob, ngoo kee xis riee xaga.
See yaa ndu la xa tid, mbled xa chut. See sia ra mne xa lee xa nsieb tee nzo cho´o loo xa no ley choo naa diabl. See mba re xa taa nzi kii gaa see rio xcuen xa.
Uno de los viajeros se despertó. De repente volteó y vio al diablo calentándose. Se espantó y despertó a todos gritando:
– ¡Ahí está el diablo, ahí está el diablo! – gritaba.
Se despertaron todos y salieron corriendo. El pobre compadre, con miedo al diablo, salió corriendo tras los viajeros.
Ya algo lejos, se paró a descansar. Fue cuando se dio cuenta que era él a quien temían, por la máscara de diablo que traía puesto. Al no alcanzar a los viajeros, mejor se regresó a la fogata para intentar descansar.
Ta tib wis mblit xa rie con nzi yaa see mne xa tmi nzo len zack. Nkee xa choo way ndia za par li xa. See mzi xa nchab loo xa goot xa naa xa:
– Goo nab xe´e be´e see wina ploo con mda´a diox re. –
Se mal ngua lis xa mbal xa ngoo naab xe´e be´e. See mba re xa saa ntlo xa mne xa plooy rie conn ndiet noo xa bii naa xa. Se ngoo loo mbli xa conna saa ngoo laa xa xe´e be´e, see lenn yaa mbian tib tmi.
Al día siguiente recogió el cargamento y se dio cuenta que eran costales llenos de dinero. Los subió a los caballos y se fue a su casa. Cuando llegó le dijo a su esposa:
– Ahora ve a pedir prestado la medida (una caja de madera que servía para medir granos). Hay que medir la bendición.
La comadre pobre fue a la casa del compadre rico a pedir la medida. Regresó corriendo y comenzaron a medir el cargamento que el esposo llevaba. Cuando terminaron, ella fue a devolver el medidor, pero dejaron una moneda grande atorada.
See mzi xa lis mbal riek ya mdaxa xe´e be´e. Mbal saa mne lenn xe´e be´e nzo tib tmi ko´o roo. Saa mnubdis mbal:
– See wen kaa ngaa mbal mdis wan con yenda lox see. –
See nchab mal:
– Rieta mdis, see mnab xa masaa. –
Mbled diaa mal, see mbal riek gaa saa ngoo kuan xa venn taa saa dis wan con yenda lox. See ngano la xa was see saa ngua yes se diói see mbes sie xa:
– Wan yenda lox, wan yenda lox. –
Cuando llegó a la casa del compadre rico le entregó la medida. El compadre luego vio que al fondo había una moneda grande atorada. No aguantó la duda y preguntó:
– Entonces le fue bien al compadre vendiendo la planta sin raíz.
La comadre respondió:
– Lo vendió todo. Incluso, le pidieron más.
Solo esperó a que la comadre se diera la vuelta, y el compadre rico fue a buscar lodo para ir a vender también la planta sin raíz. Cuando ya tenía suficiente se fue a la ciudad a poner su puesto y comenzó a gritar:
– ¡Planta sin raíz, lleve su planta sin raíz!
Mzin policy nayii:
– Naa nii la lool naa do tal con diaa vaa. Noo ya nchon ta laa naa laa naa we lel lesib. –
Ngoo mbal riek lesib. Xa goot nga beet tsien xa bii con tmi con mdió venn.
¡Táa ncha loo nta loo men confier!
Nli loo taa men conna li naa tati da men taa men, kaan con wal ne coo guulnee.
Llegó la policía y le dijo:
– Hace días te advertí que no quería verte vendiendo esta cochinada. Como no me hiciste caso, te voy a llevar a la cárcel.
El compadre rico fue encarcelado, mientras su esposa esperaba sentada a que llegara con el dinero de la venta de lodo.
¡Así termina la gente que es envidiosa!
Por eso no hay que envidiar a los demás, porque no sabemos cómo consiguen lo poco o mucho que tienen.
Lengua original: tének
Autor(a): Marciano Castillo Elvira, Luis Flores Martínez