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El vendedor de planta sin raíz El vendedor de planta sin raíz

Lengua original tének

Autor(a) Marciano Castillo Elvira, Luis Flores Martínez

Ilustraciones -

Traducción Luis Flores Martínez

Lengua español

Nivel Nivel 5

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Hace mucho tiempo había dos compadres; uno era muy pobre y muy buena gente, el otro tenía mucho dinero, pero era muy malo y envidioso.

El hombre pobre, como no tenía nada, pensaba y pensaba: – ¿Qué puedo vender? – porque realmente era pobre.

Hace mucho tiempo había dos compadres; uno era muy pobre y muy buena gente, el otro tenía mucho dinero, pero era muy malo y envidioso.

El hombre pobre, como no tenía nada, pensaba y pensaba: – ¿Qué puedo vender? – porque realmente era pobre.


El compadre rico le decía:

– Como no tienes qué vender, ahora recoge el lodo que es muy apestoso, haz bolitas y cuando ya tengas muchas, vas y las vendes allá en la ciudad. Y les dices a los compradores que llevas la planta sin raíz.

El compadre pobre hizo caso y juntó mucho lodo. Hizo muchas bolitas y las acomodó. ¡Su cargamento sí que apestaba!

El compadre rico le decía:

– Como no tienes qué vender, ahora recoge el lodo que es muy apestoso, haz bolitas y cuando ya tengas muchas, vas y las vendes allá en la ciudad. Y les dices a los compradores que llevas la planta sin raíz.

El compadre pobre hizo caso y juntó mucho lodo. Hizo muchas bolitas y las acomodó. ¡Su cargamento sí que apestaba!


El compadre pobre cargó su mercancía y se fue a vender a la gran ciudad.

– ¡Compren la planta sin raíz! ¡Compren la planta sin raíz! – así gritaba.

El compadre pobre cargó su mercancía y se fue a vender a la gran ciudad.

– ¡Compren la planta sin raíz! ¡Compren la planta sin raíz! – así gritaba.


Su mercancía apestaba mucho, por lo que un policía se acercó para preguntarle qué era lo que vendía.

– Yo vendo la planta sin raíz – contestó el compadre pobre.

– Está muy bien, pero apesta mucho, así que ve y tíralo. Ten 10 pesos, pero vete.

El compadre no hizo caso y siguió vendiendo. Ya un poco tarde llegó otro policía a preguntarle.

– ¿Qué vendes? ¡Eso apesta mucho!

– Es la planta sin raíz.

– Apesta mucho, ve a tirarlo lejos y te pago 10 pesos.

Su mercancía apestaba mucho, por lo que un policía se acercó para preguntarle qué era lo que vendía.

– Yo vendo la planta sin raíz – contestó el compadre pobre.

– Está muy bien, pero apesta mucho, así que ve y tíralo. Ten 10 pesos, pero vete.

El compadre no hizo caso y siguió vendiendo. Ya un poco tarde llegó otro policía a preguntarle.

– ¿Qué vendes? ¡Eso apesta mucho!

– Es la planta sin raíz.

– Apesta mucho, ve a tirarlo lejos y te pago 10 pesos.


Como no vendió nada, el compadre fue a tirar su mercancía al río. Se quedó pensativo.

– Ahora tengo 20 pesos, ¿qué le podré comprar a mi esposa?

Él siempre pensaba en su esposa, porque la quería mucho.

Había muchos puestos: vendedores de fruta, vendedores de ropa, vendedores de comida, vendedores de animales… y así muchos. Hasta que llegó a un lugar donde vendían máscaras.

Como no vendió nada, el compadre fue a tirar su mercancía al río. Se quedó pensativo.

– Ahora tengo 20 pesos, ¿qué le podré comprar a mi esposa?

Él siempre pensaba en su esposa, porque la quería mucho.

Había muchos puestos: vendedores de fruta, vendedores de ropa, vendedores de comida, vendedores de animales… y así muchos. Hasta que llegó a un lugar donde vendían máscaras.


Buscó una máscara que diera mucho miedo, con unos cuernos grandes. Y pensó:

– Esta máscara es la mejor para mi esposa. Así ella no se llenará de humo cuando esté cocinando o cuando esté haciendo tortillas.

Compró la máscara y se fue a casa. El camino era largo y se hizo de noche. Dicen que por ahí había muchos tigres. Para protegerse hizo una fogata, ¡una fogata grande!

Buscó una máscara que diera mucho miedo, con unos cuernos grandes. Y pensó:

– Esta máscara es la mejor para mi esposa. Así ella no se llenará de humo cuando esté cocinando o cuando esté haciendo tortillas.

Compró la máscara y se fue a casa. El camino era largo y se hizo de noche. Dicen que por ahí había muchos tigres. Para protegerse hizo una fogata, ¡una fogata grande!


Ya más noche, llegaron como 10 personas con sus caballos cargados de costales. Se acercaron y pidieron permiso para quedarse a descansar cerca de la gran fogata.

Todos se quedaron dormidos, menos el pobre compadre, porque tenía miedo a los tigres y se despertaba a cada rato. Finalmente, se levantó. Se sentó y, como le entraba humo por los ojos, se puso la máscara.

Ya más noche, llegaron como 10 personas con sus caballos cargados de costales. Se acercaron y pidieron permiso para quedarse a descansar cerca de la gran fogata.

Todos se quedaron dormidos, menos el pobre compadre, porque tenía miedo a los tigres y se despertaba a cada rato. Finalmente, se levantó. Se sentó y, como le entraba humo por los ojos, se puso la máscara.


Uno de los viajeros se despertó. De repente volteó y vio al diablo calentándose. Se espantó y despertó a todos gritando:

– ¡Ahí está el diablo, ahí está el diablo! – gritaba.

Se despertaron todos y salieron corriendo. El pobre compadre, con miedo al diablo, salió corriendo tras los viajeros.

Ya algo lejos, se paró a descansar. Fue cuando se dio cuenta que era él a quien temían, por la máscara de diablo que traía puesto. Al no alcanzar a los viajeros, mejor se regresó a la fogata para intentar descansar.

Uno de los viajeros se despertó. De repente volteó y vio al diablo calentándose. Se espantó y despertó a todos gritando:

– ¡Ahí está el diablo, ahí está el diablo! – gritaba.

Se despertaron todos y salieron corriendo. El pobre compadre, con miedo al diablo, salió corriendo tras los viajeros.

Ya algo lejos, se paró a descansar. Fue cuando se dio cuenta que era él a quien temían, por la máscara de diablo que traía puesto. Al no alcanzar a los viajeros, mejor se regresó a la fogata para intentar descansar.


Al día siguiente recogió el cargamento y se dio cuenta que eran costales llenos de dinero. Los subió a los caballos y se fue a su casa. Cuando llegó le dijo a su esposa:

– Ahora ve a pedir prestado la medida (una caja de madera que servía para medir granos). Hay que medir la bendición.

La comadre pobre fue a la casa del compadre rico a pedir la medida. Regresó corriendo y comenzaron a medir el cargamento que el esposo llevaba. Cuando terminaron, ella fue a devolver el medidor, pero dejaron una moneda grande atorada.

Al día siguiente recogió el cargamento y se dio cuenta que eran costales llenos de dinero. Los subió a los caballos y se fue a su casa. Cuando llegó le dijo a su esposa:

– Ahora ve a pedir prestado la medida (una caja de madera que servía para medir granos). Hay que medir la bendición.

La comadre pobre fue a la casa del compadre rico a pedir la medida. Regresó corriendo y comenzaron a medir el cargamento que el esposo llevaba. Cuando terminaron, ella fue a devolver el medidor, pero dejaron una moneda grande atorada.


Cuando llegó a la casa del compadre rico le entregó la medida. El compadre luego vio que al fondo había una moneda grande atorada. No aguantó la duda y preguntó:

– Entonces le fue bien al compadre vendiendo la planta sin raíz.

La comadre respondió:

– Lo vendió todo. Incluso, le pidieron más.

Solo esperó a que la comadre se diera la vuelta, y el compadre rico fue a buscar lodo para ir a vender también la planta sin raíz. Cuando ya tenía suficiente se fue a la ciudad a poner su puesto y comenzó a gritar:

– ¡Planta sin raíz, lleve su planta sin raíz!

Cuando llegó a la casa del compadre rico le entregó la medida. El compadre luego vio que al fondo había una moneda grande atorada. No aguantó la duda y preguntó:

– Entonces le fue bien al compadre vendiendo la planta sin raíz.

La comadre respondió:

– Lo vendió todo. Incluso, le pidieron más.

Solo esperó a que la comadre se diera la vuelta, y el compadre rico fue a buscar lodo para ir a vender también la planta sin raíz. Cuando ya tenía suficiente se fue a la ciudad a poner su puesto y comenzó a gritar:

– ¡Planta sin raíz, lleve su planta sin raíz!


Llegó la policía y le dijo:

– Hace días te advertí que no quería verte vendiendo esta cochinada. Como no me hiciste caso, te voy a llevar a la cárcel.

El compadre rico fue encarcelado, mientras su esposa esperaba sentada a que llegara con el dinero de la venta de lodo.

¡Así termina la gente que es envidiosa!

Por eso no hay que envidiar a los demás, porque no sabemos cómo consiguen lo poco o mucho que tienen.

Llegó la policía y le dijo:

– Hace días te advertí que no quería verte vendiendo esta cochinada. Como no me hiciste caso, te voy a llevar a la cárcel.

El compadre rico fue encarcelado, mientras su esposa esperaba sentada a que llegara con el dinero de la venta de lodo.

¡Así termina la gente que es envidiosa!

Por eso no hay que envidiar a los demás, porque no sabemos cómo consiguen lo poco o mucho que tienen.


Lengua original: tének
Autor(a): Marciano Castillo Elvira, Luis Flores Martínez
Ilustraciones: -
Traducción: Luis Flores Martínez
Lengua: español
Nivel: Nivel 5
Fuente: Tradición oral
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