– Como no tienes qué vender, ahora recoge el lodo que es muy apestoso, haz bolitas y cuando ya tengas muchas, vas y las vendes allá en la ciudad. Y les dices a los compradores que llevas la planta sin raíz.
El compadre pobre hizo caso y juntó mucho lodo. Hizo muchas bolitas y las acomodó. ¡Su cargamento sí que apestaba!
Como no vendió nada, el compadre fue a tirar su mercancía al río. Se quedó pensativo.
– Ahora tengo 20 pesos, ¿qué le podré comprar a mi esposa?
Él siempre pensaba en su esposa, porque la quería mucho.
Había muchos puestos: vendedores de fruta, vendedores de ropa, vendedores de comida, vendedores de animales… y así muchos. Hasta que llegó a un lugar donde vendían máscaras.
Xeime tsikwaki nierikaya petiwau wa mariutáme, ha´awáme. Peyuti h+awíx+:
-– Ik+ tsikwaki nierikaya aix+ p+´ane ne +yatsie pinieya mayani, pa+ k+tsipa p+ka´unieréni ikai m+tiwewiekatsie ya paapá wewiekatsie.
Tsikwaki nierikaya kaniunaneni yu kie kaneyani. Petewákai kanekuy+re.kename t+wexi muwa kwuinie mete he´anekai. Kanetinainí yu +wiyakamek+, ¡Ha tereneme!
Buscó una máscara que diera mucho miedo, con unos cuernos grandes. Y pensó:
– Esta máscara es la mejor para mi esposa. Así ella no se llenará de humo cuando esté cocinando o cuando esté haciendo tortillas.
Compró la máscara y se fue a casa. El camino era largo y se hizo de noche. Dicen que por ahí había muchos tigres. Para protegerse hizo una fogata, ¡una fogata grande!
T+karik+ hix+apa, tamata te+téri mane´ax+ani, kawayutsixi wa hetsie meteu´ikatat+. Mekane ax+ani me heyutawauka kename tai aurie me heka´uxipieni.
Ya más noche, llegaron como 10 personas con sus caballos cargados de costales. Se acercaron y pidieron permiso para quedarse a descansar cerca de la gran fogata.
Todos se quedaron dormidos, menos el pobre compadre, porque tenía miedo a los tigres y se despertaba a cada rato. Finalmente, se levantó. Se sentó y, como le entraba humo por los ojos, se puso la máscara.
–- ¡Neuxei mana t+kakame, neuxei mana t+kakame! -– tiu hiwat+.
Yunait+ me hanutaneniereka mekanetinautsa. Kupari m+karexeiya, t+kakame makat+, wa út+a kanetanautsa maat+.
Teewarí, kaneka´uxipieni. Kaneyu +wiya kename me imakát+ nieríka ya aneme meutimakaik+ meney+akai. K+kamete kawaranuku´axeka, kanekunuani mak+xekaitsie haukuniké tawarí.
Uno de los viajeros se despertó. De repente volteó y vio al diablo calentándose. Se espantó y despertó a todos gritando:
– ¡Ahí está el diablo, ahí está el diablo! – gritaba.
Se despertaron todos y salieron corriendo. El pobre compadre, con miedo al diablo, salió corriendo tras los viajeros.
Ya algo lejos, se paró a descansar. Fue cuando se dio cuenta que era él a quien temían, por la máscara de diablo que traía puesto. Al no alcanzar a los viajeros, mejor se regresó a la fogata para intentar descansar.
Huxa´arieka wa íka heku ikataka, meyu +wiyax+ tumini anuku +at+kait+ ne h+k+t+ni. Kawayutsixi wareti´ikat+aka yu kie kaneyaní. He nuaka yu h+ya katineta h+awé:
Al día siguiente recogió el cargamento y se dio cuenta que eran costales llenos de dinero. Los subió a los caballos y se fue a su casa. Cuando llegó le dijo a su esposa:
– Ahora ve a pedir prestado la medida (una caja de madera que servía para medir granos). Hay que medir la bendición.
La comadre pobre fue a la casa del compadre rico a pedir la medida. Regresó corriendo y comenzaron a medir el cargamento que el esposo llevaba. Cuando terminaron, ella fue a devolver el medidor, pero dejaron una moneda grande atorada.
Cuando llegó a la casa del compadre rico le entregó la medida. El compadre luego vio que al fondo había una moneda grande atorada. No aguantó la duda y preguntó:
– Entonces le fue bien al compadre vendiendo la planta sin raíz.
La comadre respondió:
– Lo vendió todo. Incluso, le pidieron más.
Solo esperó a que la comadre se diera la vuelta, y el compadre rico fue a buscar lodo para ir a vender también la planta sin raíz. Cuando ya tenía suficiente se fue a la ciudad a poner su puesto y comenzó a gritar: