Biuꞌ njẽuꞌ kyau Rogelio, kyau lanẽ̀ nda kamꞌus zapoteco y wa kasekꞌan pɨk xchjaꞌ lameju. Nampung San Pablo Villa biuꞌ kamꞌus Mitla, nda ñkꞌyiy kamꞌus Oaxaca. Kuandu nanjãsp natajau ntjajau, kyau lawà skuɛl, taꞌmẽ tiñjũꞌũn u seskàꞌay rañꞌjiɛ̃̀. Biuꞌ kantàp ntjajau nɨ̃ nkjuande nda gatajau ntjajau gadu. Nanjãsp naꞌuĩ̀ nɛp jiaung gadu sajẽꞌẽp bù nàn dawayk skawà kun buꞌ naꞌu Manuel naꞌu dasauꞌtk ruꞌ nɛp u nũꞌũ nkjãnt u nip mã̀ biuꞌ skuɛl.
Mi nombre es Rogelio. Soy un migrante zapoteco y voy a platicarles algunos detalles sobre mi vida. Nací en San Pablo Villa de Mitla, un pequeño pueblo de Oaxaca. Cuando empecé a trabajar, yo iba a la escuela, tenía unos ocho o diez años. Mi primer trabajo fue como labrador de cantera. Comencé a hacer ídolos de piedra gracias a que mi madre me mandó a aprender con el señor Manuel, un familiar que accedió a enseñarme su oficio mientras yo no tenía clases en la escuela.
Kuandu nawàjañꞌ naxauꞌ biuꞌ skuɛl primaria, nanjãsp nda dijiu ntjajau, biuꞌ skamjɨ̃ꞌɨ̃t santɛ̀ꞌp. Pa ntajau ntjajau, lakyɨ̃ꞌ nda lansuꞌts kun nda mecapal biuꞌ santɛ̀ꞌp y taꞌmẽnan nsuꞌusan kun nda skamjɨ̃ꞌɨ̃t nda nkuãng. Kyau taꞌuĩ̀ nda joronguito biuꞌ ganuꞌ, biuꞌ pɨk, tjẽꞌẽuk sanꞌta kun cincuenta tamĩ̀n, bɨ̀jɨy tjẽꞌẽu ruꞌ ganuꞌ.
Cuando terminé mi educación en la primaria, comencé con un nuevo trabajo, el telar de cintura. Para poder trabajarlo era necesario amarrarnos un mecapal en la cintura y teníamos que amarrar el telar a un árbol. Yo hacía un joronguito al día, el cual me pagaban a uno cincuenta. Así pagaban en ese tiempo.
Poco después, aprendí a hacer otras prendas artesanales como capuchas y rebozos, me pagaban tres pesos por cada rebozo que tejía. Yo hacía dos rebozos en un día. Con los años, comencé a trabajar el telar de pedales. En ese tiempo, no había muchos telares en el pueblo. Aprendí muy rápido a trabajar en el telar, aprendí a urdir y a hacer camisas deshiladas en 1972.
Nda ganuꞌ, kuandu ya kyau ya gadɛ̀uꞌ nda mꞌbiɛ̀uꞌ dasek:
– Wa kaꞌĩ̀ nda saljũlꞌ ke nwɛjɛ wa karɨyꞌ a Mérida.
– Vas a hacer unas camisas que voy a llevar a vender a Mérida.
– Sale pues tío,– le dije. Fui a comprar un paquete de hilo a la ciudad de Oaxaca, urdí el hilo y comencé a hacer las camisas de mi tío. En una semana hice cien camisas.
Durante veinte años trabajé en el telar, todos los días trabajaba. Después vine a Puerto Vallarta. Mi compadre Mauro me invitó, él vivía cerca de la Playa de los Muertos donde también rentaban otros paisanos del pueblo. Un día compré mi permiso para vender en la playa, me costó dos millones y medio.
Como comerciante visité Coatzacoalcos, Ciudad del Carmen, Ensenada, Mérida, Mazatlán y Cabo San Lucas. Aprendí un poco de inglés al escucharlo en la playa, algunos turistas me enseñaron. El zapoteco lo hablo con los paisanos, con la gente grande. Lo usamos cuando nos encontramos en un velorio, en una pachanga o en la playa donde trabajamos. Los jóvenes ya no platican en zapoteco, solo en español o inglés. Ellos hablan mucho inglés porque se necesita en el trabajo.
Taꞌmẽ 30 rañꞌkyɨ̃jɨ̃ lameju en Puerto Vallarta. Kantàp mjàu laꞌɨyꞌ, chiñi ꞌmɛ̀jɛ nabiàjaunꞌ, ruꞌdat gapã̀dat ya nip ljaung rakyɨꞌky, mjang nda mjàu lankuɛ̀ꞌɛbat. Ya nip tjẽꞌẽu nkjuande kantàp. ꞌMɛ̀jɛ nabiàjaunꞌ.
Llevo 30 años viviendo en Puerto Vallarta. Antes se vendía mucho, ahora todo está cambiando, los turistas ya no compran, y si compran, regatean. Ya no pagan como antes. Todo está cambiando.