Se comenta que, hace mucho tiempo, un campesino tenía el deseo de cultivar el campo. Comenzó a tumbar el monte, apoyado por unos peones. Trabajaron durante un día, por la tarde descansaron un poco, y después marcharon a sus casas. Dejaron todo limpio, tumbaron toda la yerba tirada. Dejaron todo limpio en el terreno donde pretendían hacer la milpa, derribaron todo, y toda la yerba la dejaron en el suelo para que secara rápidamente.
Lichalínchu taspitparáqulh, paks mat takiparaqúniit likúxtut, kalixkájni xkawanpáray. Tsukuparaqúlhchu kuxtúquy, stlaan mat makawaniparáqulh, paks malaqatumíqulh likúxtut lánki páala nalakskaktámaa.
A la mañana siguiente volvieron a la milpa donde habían limpiado y, para su sorpresa, la yerba que habían cortado había vuelto a retoñar. Toda la yerba había vuelto a retoñar. Entonces comenzaron a cortar la yerba de nuevo. Tardaron todo un día en volver a limpiar, y en la tarde, cuando terminaron de cortar, dejaron la yerba tirada en el suelo para que secara rápidamente.
Al tercer día fueron nuevamente a la milpa, y otra vez la yerba estaba como siempre, como si nadie hubiera echado mano. El campesino estaba molesto y rascándose la cabeza se preguntó:
– ¿Por qué ocurre esto? ¿Quién hace esto? –
Se serenó y comenzó nuevamente a tumbar la yerba junto con sus peones, sólo que esta vez pensó:
– Ahora voy a vigilar. Me quedaré hasta tarde, y así sabré por qué ocurre esto.–
Y se escondió entre los matorrales. Más tarde, cuando comenzaba a oscurecer, vio aparecer un conejo que venía brincando, hasta que se sentó quieto.
Amánchu chíxku kaks táwwii. Kalipuntsúnchu áma skaw tsúkulh kaxaqátliy pálhma: katakítit, kalaqawanparátit, katayaparátit nukúntla xyáatit. Cho áma chíxky kaks lakáwa, laqtaxtúcha áma skaw, tsúkulh lakkílhniwílay.
El campesino permaneció callado para saber qué hacía el conejo. Entonces el conejo comenzó a hablar a las plantas:
– Arbustos, yerbas, bejucos, ¡levántense ya, párense, revivan, vuelvan como estaban!–
El campesino, asombrado, se dijo en silencio:
– Ahh, ahora ya sé quién hace esto.–
Y salió a reclamar al conejo:
– ¿Por qué haces esto? Yo he trabajado mucho y he gastado mucho para limpiar diariamente estas tierras con mis ayudantes, y cuando vengo las encuentro igual, la milpa está llena de yerbas y arbustos. Para que aprendas, te golpearé.
Kaqálhi, nii kasítsi, nakwaníyan túku xpalakáta. Luu tanks kaqaxpátti túku nakwaníyan. Nii máqas natsúkuy lánka seen, áma min munkáknat, paks nasputnánan. Klakáskin nakaxtlawáya xalánka putakútni, paks ánta natamaknúuya mijálan, milikaqapásni chu mintáway. Kaa maan kskiníyan lánka lítlaan, nakimaxkíya talakáskin nakaaqstitawílay minputakútni.
Katláwa túku kwaníman, nii máqas natsúkuy séenan.
Wánchu úmu xpalakáta nialh kaliskújti mixáwa.
Nii kalisítsi túku úma kwaníman, úma xalakatálhman limapáqsin, kamalakatsúki kakaxtláwa úma puutakútni, nii máqas natsúkuy lánka seen.
El conejo sólo escuchó el reclamo del campesino. Cuando vio que este estaba muy enojado y levantaba un palo, le gritó y le dijo:
– ¡Espera hombre! No te enojes, te diré por qué estoy haciendo todo esto. Escucha, ya no duraremos mucho tiempo en la tierra. Pereceremos, por eso la tierra ya no producirá, ya no habrá más que hacer en ella. Vendrá un gran diluvio y todo lo que hay en la tierra perecerá. Es mejor que hagas lo que yo te indico: haz una gran canoa, en donde entrarás con tu familia. Meterás todo lo que ocupes y lo que comerás mientras pase el diluvio. Una vez terminada la canoa, la amarras muy bien de tal modo que no le entre agua. Solo te pediré una cosa, que también me permitas ir en tu canoa, aunque sea encima de ella. Allí iré, allí me sentaré para subir con ustedes. Haz lo que te digo porque en un par de días comenzará a llover. Llegará mucha lluvia, y esta canoa debe subir hasta llegar al cielo. Esto es lo que sucederá. Por esta razón ya no debes trabajar, y es por eso que les digo a las plantas que vuelvan a su hábitat. Ya nadie las molestará. Te pido que no te enojes, pues lo que hago es una encomienda que traigo de allá arriba. Así que apúrate, comienza a construir la canoa, porque pronto comenzará la lluvia y todo terminará.
Amánchu makuxtúna qálhtilh áma skaw.
Luu kpaxkatsíniyan túku kilitachuwinánpaat, nii xakkátsí par túku áma laay. Xaktiskujpútun kit kkinkatakúxtu, lánki níitu nakinkatsanqaníyan kkínchik. Per laa kilitachuwinánpaat, túku áma laay, nakmalakapáliy nakkaxtláway áma putakútni.
Entonces el campesino contestó al conejo:
– Te agradezco que me hayas informado de este fenómeno, pues realmente lo desconocía. Yo tenía el deseo de seguir cultivando la tierra, para que no faltara comida en la casa, pero si tú dices que esto ocurrirá, entonces me apresuraré a construir la canoa.–
Y así sucedió. Todo lo que había dicho el conejo ocurrió: comenzó a llover cada vez más fuerte, el agua corría por los arroyos y después comenzó a desbordarse. Echaron la canoa al agua y daba vueltas. El conejo se aferraba a ella y así fue como llegó al cielo. Y cuando vio que estaba cerca de la luna brincó y se sentó en ella. Así es como dicen que sucedió.
Cuando terminó la inundación y bajaron las aguas, las personas que estaban en la canoa salieron. Y bajaron a tierra porque las aguas se habían retirado. Al llegar a la tierra encontraron que todo ser vivo que la habitaba había perecido (pollos, guajolotes, cerdos, vacas). Todos estaban muertos. Y dijeron:
– Ahora comeremos, comeremos de estos animales muertos, pues no son de nadie. Sólo tenemos que hacer un fuego con leña para cocer la carne y comer. –
Pasaron dos días. Dios ordenó que alguien bajara a la tierra para ver quiénes la habitaban. Y al que enviaron ya no regresó al cielo. Entonces Dios envió a otra persona y le ordenó que no bajara a la tierra, sino que sólo observara desde lejos. Así lo hizo, y se percató que había gente y que estaba comiendo a gusto la carne de los animales muertos.
A Dios no le agradó esta noticia y se molestó. Y como castigo los convirtió en zopilotes carroñeros, que en adelante sólo comerían la carne cruda de los animales muertos. Así lo cuentan nuestros antepasados. Y así termina este cuento.