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El curandero El curandero

Autor(a) Marciano Castillo Elvira, Luis Flores Martínez

Lengua original Basado en la tradición oral tének

Ilustraciones Luis Flores Martínez

Traducción Luis Flores Martínez

Lengua español

Nivel Nivel 5

Contar el cuento completo El audio no está disponible actualmente.


Hace tiempo había un hombre que no sabía qué hacer con su vida. Quería trabajar, pero no sabía en qué. Un día dijo que quería que le prepararan un tamal grande que llaman bolím. Planeaba ir solo al cerro a comérselo.

Le hicieron el bolím y se fue. Lo llevaba en su morral, ¡él quería comérselo solo!

Hace tiempo había un hombre que no sabía qué hacer con su vida. Quería trabajar, pero no sabía en qué. Un día dijo que quería que le prepararan un tamal grande que llaman bolím. Planeaba ir solo al cerro a comérselo.

Le hicieron el bolím y se fue. Lo llevaba en su morral, ¡él quería comérselo solo!


El hombre llegó al cerro, al pie de un árbol muy grande, muy bonito, que daba mucha sombra. Se sentó e intentó abrir su comida.

Un caminante pasaba por allí. Estando cerca se detuvo y lo saludó: – Buen día, yo aquí vengo, pero tengo mucha hambre. ¿Tal vez traigas algo de comida que me puedas regalar?

El señor había pensado comer solo y como tenía mucha hambre le dijo que no tenía nada. Prefirió guardar su comida y seguir caminando.

El hombre llegó al cerro, al pie de un árbol muy grande, muy bonito, que daba mucha sombra. Se sentó e intentó abrir su comida.

Un caminante pasaba por allí. Estando cerca se detuvo y lo saludó: – Buen día, yo aquí vengo, pero tengo mucha hambre. ¿Tal vez traigas algo de comida que me puedas regalar?

El señor había pensado comer solo y como tenía mucha hambre le dijo que no tenía nada. Prefirió guardar su comida y seguir caminando.


El hombre llegó a otro lugar, un descanso, donde había otro árbol gigante con una gran sombra. Abrió su comida y se disponía a comer, pero vio venir de lejos a otro caminante y mejor guardó su comida y comenzó a caminar. Ya iba enojado porque no le dejaban comer a gusto.

El hombre llegó a otro lugar, un descanso, donde había otro árbol gigante con una gran sombra. Abrió su comida y se disponía a comer, pero vio venir de lejos a otro caminante y mejor guardó su comida y comenzó a caminar. Ya iba enojado porque no le dejaban comer a gusto.


Más lejos y todavía hambriento, se sentó bajo otro árbol. A lo lejos se acercaba el caminante, pero ahora el hombre no se dio cuenta a tiempo.

Cuando el caminante llegó junto al hombre, este ya tenía abierto el tamal y estaba a punto de comer. Llegó y le dijo: – Aquí nos volvemos a encontrar. Tienes comida, quizás puedas regalarme un poco.

El hombre no quería compartirle nada, pero le dijo: – Recibe, agarra…

No había terminado de hablar cuando el caminante devoró toda la comida, se la acabó. El hombre quedó muy triste.

Más lejos y todavía hambriento, se sentó bajo otro árbol. A lo lejos se acercaba el caminante, pero ahora el hombre no se dio cuenta a tiempo.

Cuando el caminante llegó junto al hombre, este ya tenía abierto el tamal y estaba a punto de comer. Llegó y le dijo: – Aquí nos volvemos a encontrar. Tienes comida, quizás puedas regalarme un poco.

El hombre no quería compartirle nada, pero le dijo: – Recibe, agarra…

No había terminado de hablar cuando el caminante devoró toda la comida, se la acabó. El hombre quedó muy triste.


El caminante le dijo: – No te preocupes. Sí, me he acabado tu comida, pero ahora te voy a pagar por la ayuda. Te conozco, te he visto pensativo, triste, porque no sabes qué hacer. ¡Ahora serás un gran curandero!

Así es como vamos a trabajar. Yo soy la muerte. Vamos a visitar a los enfermos. Si me pongo a sus pies se curarán, pero si me paro en la cabeza de ellos es porque van a fallecer. Así ganamos los dos: tú ganas dinero y yo gano porque me llevo las almas.

El caminante le dijo: – No te preocupes. Sí, me he acabado tu comida, pero ahora te voy a pagar por la ayuda. Te conozco, te he visto pensativo, triste, porque no sabes qué hacer. ¡Ahora serás un gran curandero!

Así es como vamos a trabajar. Yo soy la muerte. Vamos a visitar a los enfermos. Si me pongo a sus pies se curarán, pero si me paro en la cabeza de ellos es porque van a fallecer. Así ganamos los dos: tú ganas dinero y yo gano porque me llevo las almas.


Así llegaron a un pequeño pueblo y él se anunció como un gran curandero. Le dieron permiso para entrar en casa de una persona enferma y la muerte se paró a los pies de la cama del enfermo.

– Usted se va a curar, se va a levantar, todavía le queda mucha vida – le dijo al enfermo.

Le dio medicina, y al poco rato el enfermo se sintió mejor y pudo levantarse. Él enfermo y su familia se pusieron contentos.

Así llegaron a un pequeño pueblo y él se anunció como un gran curandero. Le dieron permiso para entrar en casa de una persona enferma y la muerte se paró a los pies de la cama del enfermo.

– Usted se va a curar, se va a levantar, todavía le queda mucha vida – le dijo al enfermo.

Le dio medicina, y al poco rato el enfermo se sintió mejor y pudo levantarse. Él enfermo y su familia se pusieron contentos.


Lo invitaron a otra casa, también había un enfermo. Pasaron a la habitación y la muerte se paró en la cabecera de la cama. Un poco triste, el curandero dijo:

– Disculpen ustedes, disculpe señor, pero usted no se va a curar. No hay medicina que cure su enfermedad. Usted está muy enfermo.

El enfermo no le creyó, porque no se sentía tan mal. No pasó mucho tiempo cuando el enfermo falleció. Los visitantes y familiares se asombraron, dijeron que el curandero no mentía.

Lo invitaron a otra casa, también había un enfermo. Pasaron a la habitación y la muerte se paró en la cabecera de la cama. Un poco triste, el curandero dijo:

– Disculpen ustedes, disculpe señor, pero usted no se va a curar. No hay medicina que cure su enfermedad. Usted está muy enfermo.

El enfermo no le creyó, porque no se sentía tan mal. No pasó mucho tiempo cuando el enfermo falleció. Los visitantes y familiares se asombraron, dijeron que el curandero no mentía.


Poco a poco la fama del curandero se hizo conocida en muchos pueblos y ciudades, porque él podía ver cuándo una persona iba a curarse o a morir. Así fue como el curandero conoció cuál era su trabajo.

Viajó y viajó, curando a la gente, y así se hizo viejo. Entonces regresó a su casa a vivir. Dijo que había regresado para descansar. La muerte agarró otro camino. El curandero pensó que nunca moriría por ser amigo de la muerte, ¡no quería morir!

Poco a poco la fama del curandero se hizo conocida en muchos pueblos y ciudades, porque él podía ver cuándo una persona iba a curarse o a morir. Así fue como el curandero conoció cuál era su trabajo.

Viajó y viajó, curando a la gente, y así se hizo viejo. Entonces regresó a su casa a vivir. Dijo que había regresado para descansar. La muerte agarró otro camino. El curandero pensó que nunca moriría por ser amigo de la muerte, ¡no quería morir!


Un día estaba sentado en la puerta de la casa cuando vio a alguien que se acercaba a lo lejos, y reconoció que el caminante era la muerte. Ya había acordado que un día vendría por él para llevarlo a descansar, pero el hombre no pensaba irse.

Dijo a su compañera, su ayudante:

– Dile al caminante, cuando llegue, que yo no estoy, que me he ido lejos de viaje y que no regresaré.

Luego se escondió en una caja grande.

Un día estaba sentado en la puerta de la casa cuando vio a alguien que se acercaba a lo lejos, y reconoció que el caminante era la muerte. Ya había acordado que un día vendría por él para llevarlo a descansar, pero el hombre no pensaba irse.

Dijo a su compañera, su ayudante:

– Dile al caminante, cuando llegue, que yo no estoy, que me he ido lejos de viaje y que no regresaré.

Luego se escondió en una caja grande.


A su llegada, la muerte saludó:

– Hola, vengo a ver a mi compadre, lo voy a llevar a descansar.

La mujer respondió:

– El compadre no está aquí, se fue de viaje y no va a regresar pronto.

La muerte dijo:

– Entonces ya me voy, pero no puedo regresar sin llevar a nadie conmigo. Como quiera llevaré como compañero al hombre que está metido en la caja. Fue por el compadre y se lo llevó. Así acabó el curandero que se hizo amigo de la muerte.

A su llegada, la muerte saludó:

– Hola, vengo a ver a mi compadre, lo voy a llevar a descansar.

La mujer respondió:

– El compadre no está aquí, se fue de viaje y no va a regresar pronto.

La muerte dijo:

– Entonces ya me voy, pero no puedo regresar sin llevar a nadie conmigo. Como quiera llevaré como compañero al hombre que está metido en la caja. Fue por el compadre y se lo llevó. Así acabó el curandero que se hizo amigo de la muerte.


Lengua original: tének
Autor(a): Marciano Castillo Elvira, Luis Flores Martínez
Ilustraciones: Luis Flores Martínez
Traducción: Luis Flores Martínez
Lengua: español
Nivel: Nivel 5
Fuente: Tradición oral
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