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El nahual que se hizo perrito El nahual que se hizo perrito

Autor(a) Rosa González González

Lengua original Basado en la tradición oral xi'iùy

Ilustraciones Karla Moo

Traducción Constantino Gómez González

Lengua español

Nivel Nivel 4

Contar el cuento completo El audio no está disponible actualmente.


Había una familia que vivía en una localidad donde casi no había gente. Solo eran el señor, la señora y dos hijos.

Un día el señor se fue a trabajar muy temprano y la señora se quedó sola con los hijos. Entonces, llegó un perro pequeño y la madre dijo a sus hijos:

– ¡Mira qué bonito perrito llegó, está bien chiquito!

Había una familia que vivía en una localidad donde casi no había gente. Solo eran el señor, la señora y dos hijos.

Un día el señor se fue a trabajar muy temprano y la señora se quedó sola con los hijos. Entonces, llegó un perro pequeño y la madre dijo a sus hijos:

– ¡Mira qué bonito perrito llegó, está bien chiquito!


Le dieron de comer. Después de esto, el cachorro se echó a un lado de la puerta y se quedó dormido.

Pasaron unas horas y vieron que el cachorro estaba creciendo. Cada hora que pasaba se veía más y más grande. La señora empezó a tener miedo pues estaba sola con sus dos hijos. Decidió marcharse con sus hijos a casa de los abuelos.

Le dieron de comer. Después de esto, el cachorro se echó a un lado de la puerta y se quedó dormido.

Pasaron unas horas y vieron que el cachorro estaba creciendo. Cada hora que pasaba se veía más y más grande. La señora empezó a tener miedo pues estaba sola con sus dos hijos. Decidió marcharse con sus hijos a casa de los abuelos.


Salieron de su casa despacito para no despertar al perro grandote, pero cuando iban a medio camino éste se despertó y vio que se habían ido. Empezó a olerlos y fue tras ellos. Los alcanzó, les cortó el paso y no los dejó pasar.

Salieron de su casa despacito para no despertar al perro grandote, pero cuando iban a medio camino éste se despertó y vio que se habían ido. Empezó a olerlos y fue tras ellos. Los alcanzó, les cortó el paso y no los dejó pasar.


Y entonces la señora tuvo que volver a casa con sus dos hijos. Tenía mucho miedo, así que metió a sus dos hijos en un costal que amarró con un mecate y lo colgó en la solera de su casa. Les dijo:

– Aquí se estén calladitos, no hagan ningún ruido para que el perro no los mire.

Y entonces la señora tuvo que volver a casa con sus dos hijos. Tenía mucho miedo, así que metió a sus dos hijos en un costal que amarró con un mecate y lo colgó en la solera de su casa. Les dijo:

– Aquí se estén calladitos, no hagan ningún ruido para que el perro no los mire.


Al caer la noche, el perro entró a la casa y se comió a la señora. Sólo dejó su ropa y cabellos. Una vez que se la comió, el perro se convirtió en hombre. Miró hacia arriba y dijo:

– Ahí tengo más comida.

Pero ya estaba muy lleno, no le cabía más en la panza. Y dijo:

– Mejor me voy y vuelvo otro día.

Cuando llegó a su casa se tiró en la cama a dormir; estaba bien gordo.

Al caer la noche, el perro entró a la casa y se comió a la señora. Sólo dejó su ropa y cabellos. Una vez que se la comió, el perro se convirtió en hombre. Miró hacia arriba y dijo:

– Ahí tengo más comida.

Pero ya estaba muy lleno, no le cabía más en la panza. Y dijo:

– Mejor me voy y vuelvo otro día.

Cuando llegó a su casa se tiró en la cama a dormir; estaba bien gordo.


Al día siguiente llegó el padre de los niños y vio la ropa y los cabellos de su mujer tirados por el suelo.

– ¿¡Qué pasó aquí!?

Levantó la vista y vio a sus dos hijos colgados. Los bajó rápidamente y preguntó qué había pasado a su madre.

Los niños contestaron:

– Llegó un perro chiquito, se hizo grande y se comió a mamá.

Al día siguiente llegó el padre de los niños y vio la ropa y los cabellos de su mujer tirados por el suelo.

– ¿¡Qué pasó aquí!?

Levantó la vista y vio a sus dos hijos colgados. Los bajó rápidamente y preguntó qué había pasado a su madre.

Los niños contestaron:

– Llegó un perro chiquito, se hizo grande y se comió a mamá.


Muy enojado, el hombre afiló su puntillo y fue a buscar al nahual. Ya sabía quién era. Lo encontró en su casa bien dormido y le dijo:

– Tú te comiste a mi mujer, ¡pero aquí la pagas!

Y le ensartó el puntillo en la panza, con lo que salió todo lo que el nahual se había comido.

El hombre regresó a su casa, contento de haber matado al nahual.

Muy enojado, el hombre afiló su puntillo y fue a buscar al nahual. Ya sabía quién era. Lo encontró en su casa bien dormido y le dijo:

– Tú te comiste a mi mujer, ¡pero aquí la pagas!

Y le ensartó el puntillo en la panza, con lo que salió todo lo que el nahual se había comido.

El hombre regresó a su casa, contento de haber matado al nahual.


Lengua original: xi'iùy
Autor(a): Rosa González González
Ilustraciones: Karla Moo
Traducción: Constantino Gómez González
Lengua: español
Nivel: Nivel 4
Fuente: Tradición oral
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