Cuando era niña, escuché a mi abuelo y abuela decir:
– Las niñas no tienen por qué estudiar. Sólo se van con el hombre, pues no hay donde vayan a trabajar. Por eso, mejor enseñen a esas niñas a moler y a hacer bien sus tortillas. No tienen por qué ir a estudiar.
Así le decían antes a mis papás.
Cuando era niña, escuché a mi abuelo y abuela decir:
– Las niñas no tienen por qué estudiar. Sólo se van con el hombre, pues no hay donde vayan a trabajar. Por eso, mejor enseñen a esas niñas a moler y a hacer bien sus tortillas. No tienen por qué ir a estudiar.
Así le decían antes a mis papás.
– Pero yo quiero estudiar mamá, porque está bonito el libro que estudia mi hermano. Quiero ir a donde él va –, le dije a mi mamá.
– Pero yo quiero estudiar mamá, porque está bonito el libro que estudia mi hermano. Quiero ir a donde él va –, le dije a mi mamá.
Mi mamá habló con mi papá y luego ellos platicaron con mi abuelo. Creo que él aceptó. Por eso mi papá fue a comprar mi cuaderno y bajamos al pueblo donde él me inscribió con la autoridad local.
Mi mamá habló con mi papá y luego ellos platicaron con mi abuelo. Creo que él aceptó. Por eso mi papá fue a comprar mi cuaderno y bajamos al pueblo donde él me inscribió con la autoridad local.
Luego, me llevó a una casa donde había un hombre con quien platicó mi papá.
Luego, mi papá me pasó adentro de esa casa donde había muchos niños y niñas sentados.
Luego, me llevó a una casa donde había un hombre con quien platicó mi papá.
Luego, mi papá me pasó adentro de esa casa donde había muchos niños y niñas sentados.
Como yo no comprendía nada de español, yo solo veía que ese hombre hablaba y hablaba una lengua. Hablaba y hacía gestos. Los niños y niñas repetían lo que ese hombre decía. Por eso yo también empecé a repetir lo que ellos decían.
Como yo no comprendía nada de español, yo solo veía que ese hombre hablaba y hablaba una lengua. Hablaba y hacía gestos. Los niños y niñas repetían lo que ese hombre decía. Por eso yo también empecé a repetir lo que ellos decían.
Luego, ese hombre me empezó hablar y hacer señas, por lo que comprendí que me estaba diciendo que sacara mi cuaderno. Saqué mi cuaderno y como ví que él escribía y los demás niños y niñas también escribían, yo también empecé a escribir. Ese primer día me acuerdo que aprendí la letra “a”. Fue la letra “a” que aprendí ese primer día.
Luego, ese hombre me empezó hablar y hacer señas, por lo que comprendí que me estaba diciendo que sacara mi cuaderno. Saqué mi cuaderno y como ví que él escribía y los demás niños y niñas también escribían, yo también empecé a escribir. Ese primer día me acuerdo que aprendí la letra “a”. Fue la letra “a” que aprendí ese primer día.
Llegué a la casa y mi mamá me preguntó:
– ¿Qué aprendiste hoy hija?
Saqué mi cuaderno y le dije:
– Esto es lo que aprendí mamá, – le dije a mi mamá. – Esto es lo que me enseñó ese hombre.
Y ella me dijo:
– Ese hombre es el que sabe, es el que enseña a los niños y niñas. A ese hombre le llaman maestro.
Llegué a la casa y mi mamá me preguntó:
– ¿Qué aprendiste hoy hija?
Saqué mi cuaderno y le dije:
– Esto es lo que aprendí mamá, – le dije a mi mamá. – Esto es lo que me enseñó ese hombre.
Y ella me dijo:
– Ese hombre es el que sabe, es el que enseña a los niños y niñas. A ese hombre le llaman maestro.
– ¿Y cómo dice esto que escribiste? – me preguntó mi mamá.
Le dije:
– Esto dice “a”, mamá.
– Bien hija, sí aprendiste. Así vas a seguir siempre para que cada año apruebes hasta terminar la escuela –, me dijo.
Y así es como entré a la escuela. Y así es como aprendí a escribir y leer.
– ¿Y cómo dice esto que escribiste? – me preguntó mi mamá.
Le dije:
– Esto dice “a”, mamá.
– Bien hija, sí aprendiste. Así vas a seguir siempre para que cada año apruebes hasta terminar la escuela –, me dijo.
Y así es como entré a la escuela. Y así es como aprendí a escribir y leer.